De diversos puntos de la Provincia y de las ciudades más próximas de Portugal, llegaban aquellos que querían disfrutar la carnavalada y que en sus lugares de origen solo tendrían como máximo pobres sucedáneos de una fiesta que aquí se vivía interesante. Tanto la Plaza de la Estrella como las salas de baile, vivieron los años del primer quinquenio de esta década esplendorosos carnavales

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Baile na praza 1973

Charangas en la Estrella, la Orquesta Monterrey en el Buenos Aires, y orquestas y grupos provinientes de la capital de la Provincia, de otras ciudades gallegas y asturianas, e incluso de Gibraltar, en el Casino o en el Bar Aurora, podrían ritmo y color a unos festejos en los que el personal bailaba literalmente “hasta cair de cú”. Las “fareladas” en las calles y en las casas, que eran asaltadas por los balcones con o sin complicidad de la madre de turno tras las suculentas comidas del Entroido; el baile en la Estrella de cuatro-cinco a siete-ocho y luego los bailes en locales cerrados hasta no se sabe que hora de la mañana, le daban al Entroido en Verín una vitalidad que era la envidia por los nostálgicos de otros lugares de la provincia.

“El Domingo gozamos la satisfacción de contar con ingente cantidad de visitantes y el Martes (día grande de la fiestas) no sólo repitieron la visita, sinó que arrastraron tal cantidad de nuevos huéspedes que se hacía poco menos que imposible la circulación por las calles principales de la localidad”… “si los festejos callejeros se coronaron con gran éxito, los celebrados en local cerrado superaron en mucho los de años anteriores: era materialment imposible el acceso a los mismos”. Pero las vacas gordas no iban a durar siempre… El próximo año otro gallo le cantaría al Entroido en Verín. Coincidiendo con el “Corredoiro” se elegía en el Bar Aurora Miss Verín 1965, un acontecimiento que por aquellos años tenía un valor social bien distinto a los de hoy en día. Tras el reinado de Marisol Cabido, Miss Ourense 1963, y Mari Chelo Taboada, le entregaron el cetro y corona a Marujita Penelas y allí estaban dos “Peliqueiros” de Laza para celebrarlo. Todo presagiaba un buen Entroido.

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Carroza 1969

En la mañana del Domingo Gordo, Paulo VI, se dirigía a quince mil fieles congregados delante del Vaticano, afirmando que las diversiones del Carnaval deben ser moderadas, sanas e inteligentes. En Verín por lo que parece pasaron “sin pena ni gloria”. La escasa mascarada que salio a las calles no se distinguió por la originalidad ni por el ingenio, y no solo fue la mascara en detrimento, también las “fareladas” y “tiznes” decalleron aquel año. La Estrella dijo ” el adiós definitivo al festival”… pero por suerte para Verín se quedaría en un hasta luego de dos años de espera. Las salas estuvieron ese año especialmente concurridas el martes. Un niño, Mario Cid, fue premiado por la “perfecta imitación del popular mendigo Agapito”.

Cualquiera diría que el cronista tenia olfato como futurólogo, porque al año siguiente no hubo ¡Vive Diós! baile en la Estrella, ni fareladas por esa zona, ni casi en ningún punto. Verín recordaba Venecia, no por los famosos carnavales de la ciudad de los Dux, sino por tener convertidas las calles en canales en las que casi se podía circular en góndola. El Támega hacía por última vez buena, parte de la profecía de San Francisco Blanco, el martir del Tameiron, que cuando predico por estas tierras dijo a propósito del rio y de Verin:”Oveja este lobo te comera”. Verín no desapareció con la riada, pero el Entroido de aquel año paso a mejor vida, y parte de las existencias etílicas y alimentícias del Araujo y de otras tiendas y bares en casi todas las calles de Verín se estropearon.

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Cigarróns e os Duques de Alba 1960

Quizás por la imposibilidad de hacer el Entroido el año anterior, el de setenta y siete fue recordado como el de los mas llamativos de la década. Por primera vez Verín era recorrido por una gran caravana de la que formaban parte los que pretendían ser los animadores activos de la fiesta. Decenas de Cigarróns, “The Manitos Bacavois”- grupo que se haría famoso por persistir en el Entroido local a lo largo de la década de los setenta bajo diversos nombres, como “Kaskallokán”, “The Destripaterróns”, etc…- una unidad movil de T.V. “made in Verín”, varias carrozas y comparsas y alrededor de un ciento de personas en “ropa de trabajo”, formaron a comitiva. La plaza Mayor, el nuevo escenario de la fiesta, se llenó de gente los tres días y los niños protagonizaban un gran baile de disfraces el Lunes, el primero celebrado exclusivamente para ellos en un lugar público. No se oyeron casi petardos aquel año; la fiesta se pagó por suscripción popular cubriendo los organizadores rápidamente lo presupuestado y la alcaldía felicitó a la Comisión y participantes pr la elegancia y el civismo.

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Desfile no cruce 1967

Los setenta estuvieron marcados por una larga transición de la Dictadura al estado de derecho, monárquico y parlamentario en el que actualmente vivimos. Los cambios, por los que se ve ahora, con la perspectiva de una década, no fueron encajados convenientemente por nuestro Entroido, que iba adoleciendo a medida que no acogiamos a las nuevas libertades y nuevos hábitos laborales y de consumo. No hubo capacidad de reaccion a los nuevos tiempos; o, mejor dicho, se tardo en reaccionar. Nuevas formas de encauzar el ocio y la diversión, nuevos esquemas mentales y otras novedades, avanzaban imparables.

El Entroido, los grupos de amigos que eran la vanguardia mas activa de la fiesta, no encontraban la fórmula mágica que les permitiese adaptar lo que siempre se hizo ante las nuevas situaciones. En el setenta y nueve, un grupo local ye-ye “Los Tigres”, se presentaron en uno de los bailes privados que se celebraban entonces en Verín. Era un aviso de que los tiempos estaban cambiando, muy pocos se dieron cuenta. El Entroido quedaba encasillado en el pasado y solo algunos incondicionales mantuvieron en heróica actitud la bandera de un Momo popular. “A Quinta do Garrafón”, por la peculiar caja de caudales que utilizaban para ir guardando el dinero que aportaba el pueblo, logró mantener el Entroido de la plaza y de la calle en su mayor parte de la década. Su voluntad le debe el Entroido, que Verín no se quedase ningún año sin celebrar festejos populares. Mucha harina, talco, yeso y petardos se tiraron en esos años. Si aún hoy en Verín se despierta el Miercoles de Ceniza tapizado de un blanco angelical, pero nunca como en los años setenta donde se usó y abusó tanto de la “farelada”.

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“El crimen del bar jardín”, nova fazaña no entroido do Palmero e o Fanfán

Los “fareleiros” de bolsa se motorizan y camiones de “aprendices de escayolistas” deshicieron bailes y reuniones públicas. Luego la gente se dio cuenta de que los excesos también se pagan, y que era mejor adoptar actitudes menos extremas para salvar la Plaza como escenario para la creatividad de la máscara y circuito de carreras para los “fareleiros” del pedestrismo.

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O Pescadilla, década dos 60

Del clima del primer quinquenio de los setenta, en el que los Carnavales aún se disfrazaban para algunos con el nombre de “Fiestas de la Primera”, y lo que suponía para algunas personas, es muy didáctico un árticulo datado en 1974, por el corresponsal de “La Región”. En nombre de las personas sensatas, hace la articulista, una llamada a las personas que corren el Entroido: “cuidado con los petardos, que han roto muchas medias y prendas de ropa”; “el yeso, la harina y el talco no gustan a todo el mundo… respeten el hábito de las monjas y el traje impecable de quien no tenga ganas de juerga ni va preparando para ella”; “el hecho de ser Carnaval no da derecho a escenas inmorales en las calles”, y “muchos señores casados y algunas señoras también, creen que durante estos días hay privilegio especial para poner los cuernos al conyuge correspondiente no existe tal privilegio”.

Los setenta sirvieron para ayudar a recuperar el Cigarrón, máscara que hasta 1936 y desde 1949 siempre participó de la fiesta de los últimos años de esta década y la eclosión de Cigarróns pequeños y mozos que son la pervivencia en el futuro de esta máscara. También en los últimos años se formaron grupos como “Os Virias”; lo que en los ’80 se denominarían “Murga do Grelo” y otros imnominados, que tendrían importante participación en esos festejos y en los del primer quinquenio de los ’80.

Los petardos molotov también pasarán a la historia del Entroido. En el ’68 viendo el cariz que estaba tomando en los últimos años los acontecimientos pirotécnicos, la comisión tiene que pedir a muchos bares que no cierren las puertas en estos días y a los petarderos que respeten personas y bienes. Con el fin de la década el Entroido se va entonando de nuevo y ganando muchos enteros en creatividad. Las bases para un futuro de mayor gloria estaban echadas.

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